El fin de semana patriótico,
celebramos ser mexicanos en nuestro segundo campamento del Taller de Vida
Independiente de Declic, en las instalaciones del ejido de San Nicolás
Totolapan, Delegación Tlalpan, en las montañas del Ajusco, a las afueras de la
Ciudad de México. Participaron 4 jóvenes
adultos y 2 adolescentes, con diversos retos en el aprendizaje y con muchas
ganas de divertirse, de enfrentar nuevos retos en sus vidas y hacer nuevos
amigos.
Lidereados por José
Joakousi Castañeda y con el entusiasmo de Max y Gustavo, comenzaron la aventura
el viernes 15 de Septiembre y salieron el domingo 17 por la tarde. Diego (12
años), Emilio (15 años), Daniel André, Cristóbal y Octavio (37) comparten una
discapacidad intelectual, sensorial, de retos en el aprendizaje, o la condición
del síndrome de Down y también la risa que contagia, el miedo que se siente
ante la necesidad de hacer las cosas por si mismos sin ayuda de la mamá o los
hermanos, y encontrar que podemos hacerlo por nosotros mismos, con apoyo de los compañeros y apoyando a los
compañeros.
Es bien sabido que a todos
nos cuesta vencer los temores de un lugar nuevo, con personas con las que no
hemos convivido y a la vez es muy emocionante enfrentarnos a actividades hasta
el momento desconocidas anteriormente… y aquí con la mediación de los
instructores, nuestros chicos aprendieron a pescar, a escalar, a caminar en
medio del bosque por 3 horas y a aventarse de una tirolesa… así como a trabajar
en equipo para preparar los alimentos, para organizar una fogata, para elaborar
un menú.
Una anécdota que hizo
sonreir a todos es que participó Octavio (Síndrome de Down), quien vive en la
comunidad de El Arca de México, IAP, en un hogar para personas con discapacidad
sin familia, a donde él pertenece desde hace 27 años. El Arca es su familia…
Tavo tiene poco lenguaje oral, sin embargo, es muy expresivo con todo su ser y
muy amigable… se entendió de maravilla con Emilio, y éste último preguntó que
es el Arca y si es como una casa hogar, entonces él cree que se puede adoptar a Tavo como hermano y
llevárselo a vivir con él a su casa. El ya tiene planes de vida… por lo pronto
se pondrá de acuerdo con su mamá para conocer El Arca y seguir favoreciendo la
amistad con Octavio.
El sábado por la tarde Sofía
y Adriana hicieron una visita sorpresa y compartieron la preparación de
hamburguesas y una amena plática.
El segundo día de
campamento salimos a nuestra caminata a primera hora hacia el truchero, en
donde André conoció dos tipos diferentes de pinos, y por primera vez pescó
junto a Diego, Octavio, Emilio y Daniel; en esta ocasión Cristobal prefirió
seguir practicando su tiro al blanco, actividad que tuvimos acompañada de una
charla donde compartimos mucho acerca de nosotros.
Luego tuvimos una actividad
extrema. Nos tocó a todos tomar valor para subirnos en la tirolesa, primero con
un poco de nervios, sólo los suficientes que exhiben una primera vez en dicha
actividad pero no tantos como para impedir que disfrutaran la actividad, y vaya
que hubo mucho disfrute. Cada uno de ellos decidió repetir la actividad,
algunos cambiaron de pareja, otros se quedaron con la misma compañía ya que no
sólo era lanzarse y vencer los nervios, sino compartir el momento mediante los
lazos de amistad que comenzaban a formarse.
Por la noche toda la emoción cambio de rumbo.
Aunque tuvimos actividades que demandaron esfuerzo físico y mental durante toda
la mañana y tarde, eso no impidió que las energías duraran hasta el final de la
noche en nuestro tiempo de fogata. Así que todos, con gran apetito, cenamos y
compartimos tiempo de charla, algunos jugando y otros comentando lo excitante
de la aventura, las nuevas cosas que vivieron y sintieron y lo que les gustaría
realizar en su siguiente oportunidad de vivir un viaje en la tirolesa. No
habíamos terminado los alimentos cuando Diego y Daniel estaban fuera de la
cabaña proponiendo que ellos acomodarían la leña para nuestra fogata de esa
noche.
Sin embargo, eso no era todo, algo nos faltaba.
Recoger y acomodar puede sonar como la parte más aburrida, pero no para ellos.
Cada uno comenzó a nombrar la actividad que realizaría:
-
¡Yo limpio! - Dijeron algunos-
-
¡Yo lavo! - propusieron otros-
André que fue encargado de guiarnos con vendas
sobre los ojos dentro de la cabaña y siendo el que mejor conocía los lugares
dentro y fuera, se propuso a acomodar las cosas en la repisa; al tiempo, Cristóbal
se levantó y comenzó a organizar las cosas en la barra de la cocina.
Sólo uno de ellos se mantenía en silencio, un
silencio que también decía mucho, aún más incluso que las palabras alegres y
pasos resonantes emocionados por finalizar nuestra noche en derredor del calor
del fuego.
Ese silencio que decía mucho era de Octavio, Tavo
para los cuates; mientras que los demás escogían actividades él solamente se
acercaba a la mesa y muy atento observaba lo que todos olvidaban y sin prisas
de terminar nuestra velada, ayudaba a acomodar lo olvidado y decidía quedarse
al final para limpiar la mesa, donde en su momento pudo compartir parte de sí
al igual que los demás.
Finalmente terminadas
actividades y una vez todos reunidos a un costado de la cabaña, dimos inicio a
nuestra fogata. Diego y Daniel apresurados por la emoción intentaron un par de
ocasiones, con mucho cuidado y bajo la experiencia de Daniel, acomodar la leña,
la cual al derrumbarse traía consigo risas por parte de algunos y la mención de
un:
Por parte de aquellos
involucrados en la obra arquitectónica que, no siendo cualquier cosa, debía ser
elaborada con lujo de detalles que solo las mentes más creativas pueden
elaborar.
Al final, en conjunto, cada
quien con un poco de leños sobre nuestras manos, decidimos ir acomodando pieza
por pieza hasta que después de un par de intentos extras, pudimos crear esa
obra maestra; regularmente estas obras arquitectónicas y con la más grande
ingeniería son hechas para admirarse y conservarse, pero no ésta.
Dicha obra tenía otro fin,
ese fin estaba ya dicho, ese fin era lo perecedero, sin embargo no de una forma
inmediata, no. De una forma lenta y que les permitiese a todos los arquitectos
e ingenieros ahí reunidos seguir disfrutando de la noche, la calidez de sus
nuevas amistades y por qué no, de salchichas y bombones asados, los cuales
claro, volaron en un abrir y cerrar de ojos.
Más de lo que se puede
poner en palabras simples, si la experiencia que cada quien vivió en ese lapso
de dos días puede ser inefable en muchos sentidos, la misma cabaña y fuego que
nos acompañaron esas dos veladas quedan como testigos mudos de las historias
que se formaron y las amistades que ahí surgieron, amistades que durarán lo que
les alimentemos, pero eso sí, siempre en espera de un próximo encuentro en
nuestro siguiente campamento y en espera de que los lectores que no han estado,
se sumen más y se compartan desde la más grande carcajada como Diego hasta el
más noble silencio como lo hizo Tavo.
En espera de ustedes,
quedamos el equipo de Declic y el equipo de valientes de nuestro campamento que
ha hecho y sigue haciendo esto posible.
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